martes, octubre 03, 2006

Fragmentos.

Puesto que son solo fragmentos, no se puede conocer el todo. Todo tiene un antes y un después. Un antes que lo explica, y un después que lo explica. Perdónenme lectores por estos fragmentos, yo los perdono a ustedes por su incomprensión, por el odio que puede nacer en sus corazones y en sus mentes.
El post original (muy original) lo dejé en los borradores....a veces la inacción es recomendable, a veces es mejor guardar antes que cercenar. Así Fue..........

Tao Te King
(Se encuentra el texto íntegro en mis links, no digo cual para que los vean todos y les sirvan de algo).

IX
Más vale renunciar antes que sostener
en la mano un vaso lleno
sin derramarlo.
La espada que usamos y afilamos
continuamente
no conservará mucho tiempo su hoja.
Una sala llena de oro y jade
nadie la puede guardar.
Quien se enorgullece de sus riquezas
atrae su propia desgracia.
Retirarse de la obra acabada,
del renombre conseguido,
esa es la ley del cielo.


XV
Los sabios perfectos de la antigüedad
eran tan sutiles, agudos y profundos
que no podían ser conocidos.
Puesto que no podían ser conocidos,
sólo se puede intentar describirlos:
Eran prudentes, como quien cruza un arrollo en invierno;
cautos, como quien teme a sus vecinos por todos lados;
reservados, como un huésped;
inconstantes, como el hielo que se funde;
compactos, como un tronco de madera;
amplios, como un valle;
confusos, como el agua turbia.
¿Quién puede, en la quietud, pasar lentamente de lo turbio a la claridad?
¿Quién puede, en el movimiento, pasar lentamente de la calma a la acción?
Quien sigue este Tao
no desea ser pleno.
No siendo pleno
puede quedar en lo viejo
sin renovarse.


XLIV
El sabio no tiene un espíritu constante.
Hace suyo el espíritu del pueblo.
Ama a los buenos
y también a los que no son buenos,
y así consigue la bondad.
Confía en el sincero
y también en los que no son sinceros,
y así consigue la fidelidad.
El sabio vive en el respeto de todos.
A todos reúne en su espíritu.
El pueblo vuelve hacie el sus ojos y acerca sus oídos,
y el sabio los trata como a niños.

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