martes, septiembre 05, 2006

1938


Me aburrí de este inicio de cuento. ¿Por qué tengo que contarlo así?.
La verdad es más simple. Porque todo lo misterioso se fue a las pailas cuando se sintieron voces en un idioma extraño. Eran alemanes que, por gracia de las potencias que luego formarían la coalición que la derrotaría, se habían adueñado de la región, iniciando una "razzia", en la cual le tocó a nuestro personaje subir a un camión junto a la vieja cocinera y otros conocidos y desconocidos.
Hoy solo recuerda de ese día y del siguiente, que el viaje duro, que los metieron a un vagón de tren, y que en fecha desconocida llegaron a un lugar que nunca habían visto: un lugar despoblado, en donde lo único que había eran una gruesa alambrada triple, unas casamatas, un par de barracones, y un monton de materiales a los que con el pasar de los días y las fuerzas de sus brazos y espaldas dieron forma a la que sería su prisión por los siguientes cuatro años. Recuerda también que entre las extrañas gentes aún perplejas, no había distinción alguna, excepto que al gran número de judíos los golpeaban y maltrataban con mayor dureza, y que eran justamente judíos los que en mayoría llegaban día tras día a acompañar el desconcierto. Él entendió rápidamente que nada tenían en contra suya, solo que tal vez necesitaban mano de obra gratis. Nadie podía adivinar lo que pasaba, y nadie podía adivinar lo que pasaría.

Cuatro años después, envuelto en un halo de locura, el campo fue bombardeado, las rejas rotas, los captores muertos, y no había nada más que hacer que huir, huir caminando, sin correr.

Largo tiempo vagó, entre ciudades quemadas, entre madres locas, entre huérfanos con ojos de hombre. Un día reconoció un camino. Otro día reconoció su hogar. Los restos de su hogar. Junto a su colchón quemado y empapado por muchas lluvias, su despertador verde entre papeles y otros restos ya no sonaba ni sonaría más. Guardó profundo silencio. Su mente se detuvo por horas. No sintió el frío de la noche. Ya no había carbón pero ya no importaba.
Temprano en la mañana salió de su ensimismamiento, tomó un par de cosas, y salió, como cada mañana al camino. No pasó ninguna góndola.


Y continúa (a pesar de mi previa intensión de liquidarlo)

2 Comments:

At 9:24 a. m., Anonymous Anónimo said...

Jajaj, fue como si le hubieras contado a uno un pedazo del libro.. el tomo que le falta, para poder seguir leyendo los que sí están. La ventaja... "me lo contó el propio autor, así que no hay drama acá".

 
At 11:57 p. m., Anonymous Anónimo said...

Señor sd: Déjese de hablar idioteces. Si puede.

 

Publicar un comentario

<< Home