lunes, agosto 21, 2006



Cercenaduras.

Disculpa lector si me apropio del nombre de una de la obras de Papini. Si no lo sabías, agradece mi lealtad. Papini dentro de su extensa obra tiene un conjunto de escritos críticos denominado precisamente "Cercenaduras", Stroncature en italiano, publicado en 1916. No les diré más de esta obra. Sólo que tomo su título, y lo usaré cada vez que publique algo que no es entero mío, una cercenadura propiamente tal, no como las de Papini, sino una suerte de recorte. A veces la transcribiré, a veces será una imagen escaneada, o un texto escaneado.

Para que sepan un poco de Papini, uno de mis autores favoritos, ya sabrán por qué, era un Italiano bastante horrendo, que un día aprendió a leer, y leyó hasta quedar ciego. Lo leyó todo, una y otra vez. Aprendió alemán para leer de nuevo a Goethe, a Kant, a Schopenhauer, y al resto, y para escuchar a Wagner y Beethoven. Aprendió francés, inglés, latín, griego, castellano, y tal vez hasta chino. Leyó los evangelios, las filosofías, las poesías, las artes, la música, las novelas, los diarios, los boletos de tranvía. Leyó a la Mistral. Pasó del cristianismo al satanismo y luego otra vez al cristianismo. Era un tipo formidable, que antes de los 20 años ya dirigía y publicaba revistas de opinión. Formidable porque no solo leía, también escribía. Y eso es raro: hoy te encuentras o con unos que solo leen y a lo más repiten, o que solo escriben, y jamás han leído sino la moda, y por cumplir o destacar. Sin hambre. Papini en cambio fué llamado caníbal.

Este tipo lo descubrí porque un buen amigo me habló de una obrita suya denominada El Diablo (Il Diávolo), en la cual expresa entre otras cosas, cómo es que al final de los tiempos el Despreciado es redimido, salvado, y entra a disfrutar nuevamente del Reino. El asunto es que recordé que en la biblioteca familiar se encontraban las Obras Completas de Giovanni Papini. Resultó que hay una edición posterior más completa, ya que la mía no tiene esa obrita. Sin embargo, de repente me encontré metido entre Dante, Leonardo, Miguel Angel, Confucio, Goethe, Leopardi, Virgilio, Aristóteles, Tolstoi, Rousseau, Cervantes, Calígula, Nerón, Cristo, Buda, y un índice onomástico realmente monstruoso. Además de un montón de otras cosas metidas en títulos tales como El Saco del Ogro, Gog, El Libro Negro, La Escala de Jacob, Historia de Cristo, Los Testigos de la Pasión, Pragmatismo, La Imitación del Padre, El Espía del Mundo, La Otra Mitad, Herejías Literarias, Los Nietos de Dios..... es como tener una biblioteca en cuatro tomos.

Así que para que lo conozcan mejor, a aquella fuente donde se baña la serpiente Ygdrassyl y por cuyos tragos Odín Wotan pagó un ojo, venga aquí la primera de mi propias cercenaduras.

De la Nota Preliminar a las Obras, Tomo 3, Crítica Apologías, por el traductor.

Cuando era joven, muy joven, muchacho casi, fué invitado a una casa de gente de bien que acariciaba el proyecto de casarle con su hija. Sacaron galletas y vino dulce. Papini no abrió la boca en toda la velada. Finalmente, la candidata, inocente e ignorante, se acerca a Papini: "Pero, Papini, ¿no quiere decir nada de verdad?" El la contempla con fijeza, y luego, secamente, dice: "Déme un tema."
Ya de mayor, un día, hablando con Corrado Govoni, al que conocía desde los tiempos de La Voce, éste le decía que su aspiración mayor era llevar la alegría a los hombres: "Quisiera ser- precisó- un músico callejero; ir por las casas, por los campos, invitando a la gente a cantar, a bailar. Esto debe hacer un poeta." A la mañana siguiente, Papini compró un acordeón y se lo dió a Govoni: "Ahora ve-le dijo- haz aquello que decías ayer." Parece que Govoni no aceptó la Invitación.
Julien Luchaire dice de él, en los tiempos de Leonardo: "No discutía: cortaba. No juzgaba: despreciaba. No hablaba: mordía." J.V.M

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