viernes, mayo 07, 2010

Otoño.

Un sol brillante no calienta el aire, pero árboles amarillos y rojos refulgen como si ardieran. De un día para otro se vinieron la mitad de las hojas al piso, y desde entonces no paran de caer y arremolinarse en los rincones.
Tiempo silente de incesante actividad. Es más fácil salir que entrar. A nadie le gusta guardarse.
¿Cuántos otoños sin publicar? ¿Cuántas primaveras? ¿Cuántos ríos se han vaciado en el mar y lo han vuelto a llenar?
Resuena de repente Manrique, Gombrich nos señala en La Historia.
No he cantado este mundo que ha sido y se ha ido, ni se guardan borradores.
A ver cuánto dura este impulso.
Sin nadie que empuje el columpio.

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